Este aforismo de Nietzsche, de apariencia simple, representa para algunos una bisagra en la historia de la filosofía. El tránsito desde un pensamiento dominado por verdades ideales externas que había que consagrar la vida a intentar alcanzar, hacia otro que nos pone a nosotros mismos, en cuanto que observadores y actores, como única verdad. Nietzsche es además el primer filósofo que plantea el acto de vivir como escenario de potencial creativo absoluto.
La frase tiene más jugo del aparente. La clave es la palabra hecho, participio pasado del verbo hacer. Lo hecho, al igual que lo comido, que lo bebido, que lo construido, ya pasó, ya fue, no es su tiempo. Desde el punto de vista de la acción, tuvo vida pero ahora está muerto.
Nietzsche niega el hecho, que asocia a los dogmas de la filosofía anterior, las verdades inamovibles que relegaban a las personas al papel de torpes aspirantes a comprenderlas y merecerlas. Para Nietzsche no hay hecho porque todo se está haciendo, todo está en construcción, todo está vivo. Y las interpretaciones, que están al alcance de todos y cada uno de nosotros, son la puerta de entrada a una ceremonia inacaba e inacabable.
El estándar más elevado del hecho es quizás la verdad científica, que paradójicamente es un ejemplo cristalino del aforismo Nietzscheano. En este mismo instante los laboratorios del mundo están llenos de investigadores participando de esa eterna ceremonia, ninguna idea se presenta como terminada, la ciencia no admite los hechos esculpidos en piedra y muertos. Einstein enmendó el concepto del tiempo de Newton, lo mismo le acabarán haciendo a él, eso no deja de hacer a ambos imprescindibles.
Los hechos cortacircuitan la creatividad, más aún si vienen asociados a la jerarquía. Por contra, nada es tan estimulante como sentir que algo se está construyendo y uno es parte de esa exaltación de la vida. Imaginemos un museo cuyo hecho es exhibir colecciones de arte para el público. Si un día el público deja de interesarse por las obras el museo no tendrá futuro. En cambio, si se toma exhibir obras para el público como una interpretación, se abre la puerta a muchas interpretaciones. Por ejemplo a que las obras sean el contexto para eventos musicales y gastronómicos y así las pinturas renazcan a través de su relación con la notas musicales y los ricos manjares.
Cuando alguien dice que algo es un hecho lo habitual es que en realidad esté señalando un contorno, la orografía complicada, o aparentemente imposible, que habría que traspasar para superar un determinado reto. Aunque por otra parte, expresar un hecho concluyente, como por ejemplo “no se puede hacer nada”, no deja de ser una interpretación de las cosas, tan legítima y pertinente como cualquier otra. A veces lo más prudente es admitir las limitaciones ante la magnitud de un desafío. Pero, si nos circunscribimos a la dimensión creativa de la vida es un comienzo poco prometedor, sobre todo si asumimos la interpretación sin habernos adentrado en el terreno y explorado los contornos.
Me pasé años con el deseo de aprender a tocar la guitarra, un instrumento que para mi siempre viene cargado de felicidad, por una razón o otra no terminaba de dar el paso, hasta que un cumpleaños me regalaron una junto a la inscripción a un curso. Fue entonces cuando pasé del hecho implícito, quisiera tocar la guitarra pero es solo un deseo, a adentrarme en el terreno y explorar los contornos. Además del curso, seguí un manual y vídeos por Youtube. En unos meses me topé con la evidencia de que las morcillas de Burgos que tengo por dedos necesitaban muuuuuucho tiempo de aprendizaje y práctica para lograr algo medio decente. Un tiempo que en ese momento, y por ahora, prefiero dedicar a explorar contornos que me siento más capacitado para traspasar. Sobre la guitarra mi interpretación actual es, querida amiga de seis cuerdas, conozco tu desafío , ahora no puedo aceptarlo, aunque creo que volveremos a encontrarnos. Sea como sea, ya nunca podré decir que no nos conocimos.
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Capítulo 0 Filosofía creativa
Capítulo 1 Nietzsche: “no hay hechos, solo interpretaciones”
Capítulo 2 Zigmunt Bauman: “llenar la alacena”
Capítulo 3 Zenón de Elea: “toda distancia contiene el infinito”
Capítulo 4 Virginia Woolf: “no hay necesidad de apresurarse ni de brillar”
Capítulo 5 Hegel: Los ladrones de la creatividad
Capítulo 7 Wittgenstein: “el incierto poder de las palabras”
Capítulo 8 El camino de la creatividad
