El amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas hechas sino en el impulso a participar en la construcción de esas cosas. Zygmunt Bauman
Esta frase me parece una llave maestra capaz de abrir casi cualquier puerta. Su autor es Zygmunt Bauman, al que muchos conocimos a partir de sus escritos sobre la modernidad líquida.
En este enunciado el sujeto es el amor, nada menos. Al ser un concepto abstracto mejor especificar primero una de las definiciones posibles, mi preferida es, sentimiento intenso que, desde la propia insuficiencia, busca el encuentro con otro ser. En ella se viene a decir que el amor consiste en ir llenando los huecos que cada uno tenemos en nuestra alacena a través de la relación con los demás. Las musas creativas, por ejemplo, son una declaración de insuficiencia que se subsana a través de la inspiración apasionada que llega a través de otro ser. Si un cliente recurre a nosotros es para llenar algún hueco de su alacena y, nosotros, a través de ese acto, también llenamos los nuestros logrando seguridad, reconocimiento, sintiéndonos útiles. Cuando el encuentro se plasma satisfactoriamente decimos sentir plenitud, que no es otra cosa que declarar que lo que estaba vacío o incompleto ahora rebosa.
Para Bauman el verbo clave es hacer, y el sustantivo, cosas. El amor encuentra su sentido en hacer cosas, en lo tangible. Todas las acciones, por nimias que parezcan, son importantes en el amor. Durante los procesos creativos a veces se emiten juicios del tipo no tiene sentido hacer eso, es una pérdida de tiempo, incluso, es una tontería. Después, al ver el proceso en perspectiva esas tonterías suelen emerger como un escalón que permitió impulsarse al siguiente. De las acciones amorosas también hay quien dice que están llenas de bobadas y loquerías, aunque del mismo modo van edificando y dando un sentido a la relación.
La acción tangible, que propone Bauman, se suele enfrentar al peligro de la mera retórica. Sentados ante algún tipo de marco, por ejemplo una pantalla, podemos limitarnos a recibir un aluvión de palabras mientras aportamos también las nuestras. Os invito a echar un vistazo a esta obra de Escher
En su interior los personajes pueden moverse sin fin a través de intrincadas rutas circulares. Del mismo modo, atrapados en nuestro marco, podemos dar vuelta tras vuelta por estancias donde solo cambia el nombre que se le va dando a los huecos que prentendemos llenar. Es al activar otros sentidos cuando se desencadenan las sensaciones que ayudan a separarse de ese constante inventario de huecos vacíos para acercarse al impuso de hacer cosas con el propósito de llenarlos.
En el hacer cosas Bauman propone un cruce de caminos. Una flecha dirige hacía el ansia de la cosas hechas. Un cliente te pide algo, casi sin explorar sus inquietudes y necesidades, los huecos de su alacena, quieres deslumbrarle con algo terminado, puede que buscando aplauso y reconocimiento para tu alacena. El fruto del amor sin que aún haya germinado el amor. El contexto puede empujar en esa dirección, necesito algo y lo necesito ya, tengo que enamorar a mi cliente en dos minutos. El ansia por las cosas hechas hace descarrillar muchos trenes, o les lleva a estaciones equivocadas, o impide hacerse con los tesoros que hay en el trayecto, con frecuencia los más valiosos.
La otra flecha lleva al impulso de participar en la construcción de las cosas. El sentido no está para Bauman en que la alacena esté más o menos llena, sino en la motivación para construir aquello que va llenándola. Hace años viví una temporada de alquiler en un piso que solo tenía algunos muebles viejos y un horrible cuadro de ciervos en una pared de la sala. Pese a todo, siempre se estaba llenando a través de la relación de quienes vivíamos allí, de las muchas visitas que llegaban y de todas las cosas que hacíamos. Mi recuerdo de ese lugar es de plenitud, en cambio hay casas repletas de cosas bellas donde los huecos son lo más llamativo.
Cuando tenemos el impulso de aprender algo, lo más emocionante se produce justo en el momento que se está aprendiendo, es cuando aflora la excitación de estar traspasando fronteras para llegar por primera vez a donde no se había estado jamás. Después queda la satisfacción de ver ese hueco de la alacena lleno y lo aprendido sigue vivo en la medida que sirve de impulso para participar en la construcción de cosas nuevas.
En el post anterior, Nietzsche negaba la existencia de los hechos, las cosas terminadas, pues todo se está haciendo constantemente. Bauman también sitúa los hechos en un terreno improbable y desde luego coincide en poner todo el valor en lo generativo, lo creativo. Aunque por otro lado asume como una realidad la urgencia que a veces nos asalta por alcanzar las cosas terminadas y en este sentido aporta un mensaje paradójico; ese ansia por llenar nuestra propia alacena, por alcanzar de inmediato cuanto deseamos, nos aleja de las interrelaciones ricas, intensas y generosas donde surge el impulso para construir el único camino que avanza en esa dirección.
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Capítulo 0 Filosofía creativa
Capítulo 1 Nietzsche: “no hay hechos, solo interpretaciones”
Capítulo 2 Zigmunt Bauman: “llenar la alacena”
Capítulo 3 Zenón de Elea: “toda distancia contiene el infinito”
Capítulo 4 Virginia Woolf: “no hay necesidad de apresurarse ni de brillar”
Capítulo 5 Hegel: Los ladrones de la creatividad
Capítulo 7 Wittgenstein: “el incierto poder de las palabras”
Capítulo 8 El camino de la creatividad