Muchos os haréis esta razonable pregunta a la que nuestro Manual de Storytelling, que podéis descargar en la web, da una respuesta detallada. En este post recurriré a una explicación más prosaica.
La parábola del fontanero
Vas a ducharte y, maldición, no sale agua caliente. Te pones algo encima revisas la caldera. La presión está en 0. Giras la llave que llena el circuito y sube a 1.5, su punto óptimo. Vuelves a la ducha, sale agua caliente pero al poco se enfría. Se ha desplomado otra vez la presión, rellenas el circuito, abres el agua caliente de la cocina, al rato se enfría. No sabes qué más hacer, hay que llamar a un fontanero. Aunque te acuerdas de Remi, el vecino del segundo, un tipo solícito que parece saber de todo. Llamas a su timbre, está encantado de ayudarte. Antes de ponerse manos a la obra le ofreces una cerveza y un plato de queso que acepta encantado. Te pide una llave inglesa, se acerca varias veces con gesto concentrado a la caldera y hace ademán de usarla, pero retrocede siempre con signos de preocupación. Como ha terminado la cerveza y el queso, le sacas más. Al rato, tras más intentos infructuoso de usar la herramienta, respira hondo y dice, una avería complicada, tendrás que llamar a un fontanero. Volvéis al salón, te detalla distintas hipótesis sobre la avería que mezcla con datos de toda índole, como que la gente que tiene su casa fría es más propensa a empinar el codo, pone el ejemplo de la difunta Reina Madre de Inglaterra. No quieres ser descortés, ha hecho lo que podido, le sacas otra cerveza con queso y le dejas explayarse. Hasta que se te agota la paciencia y de modo educado, o así por lo menos te lo parece, le despides con una sonrisa más falsa que un billete de cuatro euros.
Llamas a un fontanero, llega en media hora, inspecciona la caldera y dice, pierde presión por aquí, aprieta una tuerca y rellena el circuito, te ordena abrir el agua caliente y dejar pasar un rato. Ya está arreglado. Tienes agua caliente porque has sabido detectar y activar el relato que resolvía este problema. El protagonista, tú, tenías un conflicto con un enemigo escurridizo, el agua fría, al que no sabías como derrotar. Encontraste un aliado fallido, algo común en los relatos, los primeros intentos fracasan pero dejan enseñanzas valiosas, ahora ya sabes que Remi es un charlatán de feria. Así llegaste al aliado bueno, el fontanero, que sacó de la guarida al enemigo y le derrotó. Así llegaste a un final agridulce, podías ducharte, pero el fontanero te había soplado 180€ por apretar una tuerca y el vecino había dejado la nevera temblando.
Usamos el storytelling de modo natural para activar o participar de los relatos que hacen operativos los escenarios de nuestra vida. Lo de la caldera es una realidad muy concreta que dispara un relato automático. Otras realidades son más difusas y presentan numerosas, y a veces inciertas, posibilidades de elección. Una dinámica habitual con nuestros juegos es vislumbrar diferentes relatos para dar vida, por ejemplo, la identidad de una empresa, y después elegir el que se considera más óptima.
La vida es una maraña de relatos que se superponen, se unen, colisionan… la comunicación se impulsa en ellos para generar marcos de relación operativos. Todos somos storytellers, todos aprendemos desde pequeños el lenguaje de los relatos y a través de él esculpimos una realidad donde nos enfrentamos a enemigos, desentrañamos conflictos para lograr nuestros objetivos, buscamos aliados, nos movemos por territorios y vamos llegando a distintos finales, que en unos casos nos dan satisfacción y en otras aprendizaje, a veces las dos.
Para observar la potencialidad y sacar partido a la herramienta es importante fijarse en estos mecanismos.
– El relato genera un ecosistema que relaciona los elementos que hacen una realidad clara, comprensible y operativa. En el caso de la caldera, imaginad los elementos disgregados, que solo contempláramos por ejemplo el malestar porque el agua sale fría, en tal caso ducharse con un paraguas sería una solución. Puede parecer absurdo, pero no pocas veces tomamos decisiones así al no observar y relacionar adecuadamente los elementos que configuran una determinada realidad.
– Un relato se manifiesta cuando hay una distinción. En el relato de la caldera es el agua fría inesperada quien precipita un relato con vida propia. De haber salido el agua caliente, como todos los días, hubiera sido un acontecimiento rutinario encuadrado en otro de los relatos de nuestra vida.
– ¿Qué hace operativo nuestro relato para los demás? ¿Para qué les sirve? ¿Qué les resuelve? ¿Qué les aporta?. En el caso de la caldera está claro su sentido práctico. Así como lo que nos aportan los relatos infantiles a la hora de comprender el mundo y sus reglas. O lo que nos aportan los relatos que refuerza nuestra identidad, nuestro sentido de pertenencia.
Nuestro Manual de Storytelling, sin descuidar la dimensión creativa, que fascinante sería un relato donde alguien se ducha con paraguas, incide en esta visión estratégica, poniendo el acento en los relatos corporativos e institucionales.