Hay tres pilares básicos que sostienen el diseño de un juego desde el punto de vista de la experiencia de usuario, en realidad están presentes en cualquier otro tipo de diseño. Vamos a ir desde el más externo e inmediato, la belleza, hasta aquel que solo se desvela con el uso aunque genera el mayor impacto, la utilidad. 

1. La belleza. El juego tiene que ser atractivo en su primera impresión, estimulante, deseable. Decía Schopenhauer que la belleza es una carta de recomendación que nos gana los corazones de antemano. A lo bello le presuponemos virtudes, deseamos que nos las confirme. La belleza se manifiesta a través de la distinción, algo que se alcanza por distintas rutas. En nuestro manual de storytelling, que podéis descargar gratis, esbozamos las principales.

2. Funcionalidad.  La belleza es necesaria pero no suficiente. Puede generar expectativas que se ven defraudadas si algo no funciona, o funciona torpemente. Las cosas deben entenderse del modo más sencillo posible, todo debe fluir y ser consistente y agradable en su uso. En ocasiones quedamos prendados de un aparato por su belleza, lo adquirimos, luego resulta que su manejo es tortuoso, el feeling inicial se va desvaneciendo y termina abandonado en algún rincón. En un juego en primer lugar son importantes las instrucciones, después todos y cada uno de los componentes y el modo en como funcionan y se relacionan entre sí.

A lograr la funcionalidad nos ayudan los tests con prototipos a través de una dinámica de mejora continua. En cierto modo la vida de un juego es un test constante, por sólido que sea, no deja de revelar información sobre como mejorarse o adaptarse a nuevos escenarios.

3. Utilidad. Un diseño puede ser bello y funcional, pero si no nos aporta algo útil, no tardaremos en perder la motivación hacia él. Es el último examen al que se llega, pero el primero en que debemos pensar. La utilidad hace que las cosas vivan y pervivan. ¿Qué aportamos con nuestro juego? ¿Qué resolvemos?. En nuestro manual de gamificación desarrollamos los distintos mecanismo a través de los que se conecta con la utilidad. Un juego nos acaba gustando por el reto que representa para nosotros mismos, por la relación que nos permite establecer con los demás, por la perspectiva diferente que nos regala de las cosas… por aspectos que trascienden la belleza que pudo enamorarnos a primera vista o la funcionalidad que nos resultó agradable y estimulante.

Estos tres principios son un todo, no una jerarquía, cada uno se impulsa en los otros dos a la vez que se apoya. No se puede ser útil sin ser funcional, y la funcionalidad se hace más estimulante con el acicate de la belleza. Si algo no va bien en nuestro diseño, es importante detectar donde están localizados los problemas. Hay cosas útiles y funcionales que no terminan de despegar al faltarles la belleza necesaria como para ser vistas con otros ojos. En otros casos una funcionalidad deficiente echa al traste la utilidad. O la falta de utilidad malogra las grandes expectativas que había generado la belleza.

Os invitamos e echar un vistazo a nuestros juegos y explorar sus posibilidades.

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