No hay que apresurarse ni que brillar

 Virginia Wolf se sirvió de su propia experiencia para compartir reflexiones pioneras sobre la creatividad. En su vida afrontó numerosas dificultades de esas que dejan huella, como ser una mujer escritora recién comenzado el siglo XX. De todas ella emergió dejando como legado una obra y una biografía admirables.

La creatividad puede entenderse como la flor más bella del jardín, aunque para mí, ante todo, es la flor que brota sobre un montón de escombros. Nadie espera encontrarla allí pero, según aparece, se torna en irremplazable. Os invito a pasear por el sendero de Virginia Woolf a través de tres de sus reflexiones.

Cuantas veces la gente usó un lápiz por no poder apretar el gatillo

Buena parte de la sociedad estaba enfadada, frustrada, cuando Meryl Streep dio su discurso en los Globos de Oro 2017, ella quiso aportar luz recordando unas palabras de su amiga Carrie Fisher, fallecida días antes. Tras su éxito como Princesa Leia en Star Wars, Carrie Fisher atravesó problemas personales que la llevaron a tocar fondo. Años después reconoció que escribir un libro y diversos monólogos donde se reía con esos problemas le había ayudado a superararlos, por eso siguió riéndose con ellos hasta que la muerte la sorprendió. Las palabras de Carrie, que Meryl recordó en la ceremonia fueron, coge tu corazón roto y conviértelo en arte.

La pandemia menguó nuestras relaciones, a mí se me hizo cuesta arriba no poder dar rienda suelta a estímulos creativos que normalmente fluían en las actividades en las que participaba. Aquello que no logra fluir se estanca y corre el peligro de enturbiarse. En ocasiones me ponía a garabatear, en ejercicios de escritura automática, con el solo propósito de que esos estímulos fluyeran a través de trozo de papel y deshicieran la amenaza. Los ríos de tinta que se expanden desde nuestro interior, en su avance también nos acercan a la posibilidad de encontrarnos con los demás y pueden liberarnos de una pesada carga. Virginia Woolf reconoció, y a buen seguro experimentó, la medicina que puede llegar a contener un simple acto creativo.

Me hago y me deshago continuamente. Diferentes personas sacan palabras diferentes de mí.

Solo al deshacer la hoja en blanco, profanando su blancura impoluta, empezamos a crear otra cosa. Todo emerge desde algo que se deshace, que se destruye. Me encantaría saber bailar, siento envidia y placer al ver como lo hacen los demás. Parece un reto constructivo, basta con que me aplique en el aprendizaje y la práctica. Aunque antes debo destruir algunas rigideces internas para ser más liviano, no con la intención de moverme como Isadora Duncan, sino para que no me importe parecer un pato mareado cuando lo intento. Cuando me toca analizar creaciones de otras personas, no suele faltarles nada para ser brillantes, si acaso, en ocasiones les sobra algo que se resiste a marchar y que impide que fluya toda su grandeza. Solo cuando la oruga se deshace emerge como mariposa.

No hay necesidad de apresurarse. No hay necesidad de brillar. No es necesario ser nadie más que uno mismo.

Parece que a todo llegamos tarde y que el brillo nunca es suficiente, para el espejito mágico siempre hay alguien más bella. Un amigo comenta que se ha puesto a escribir, o a pintar, o a tocar un instrumento. Las preguntas son, ¿vas a publicar? ¿lo expondrás? ¿lo subirás a Spotify? Hasta le proponen ideas para convertir ese acto, que aún es una semilla que necesita mucho energía y dedicación para arraigar, en un producto o negocio exitoso.

Tuve la suerte de poder dedicar mucho tiempo a mi hijo en sus primeros años, gracias a la flexibilidad de trabajar por mi cuenta. No se reconoce ningún brillo en el tiempo que se dedica a los hijos, excepto en los anuncios publicitarios del día de la madre y del padre. Tampoco es necesario, por mi parte recibía el mayor de los elogios a través de su satisfacción y de la mía propia cuando, por ejemplo, me inventaba un cuento o lo inventábamos juntos antes de ir a dormir. En ocasiones incluso engalanaba mis odios al decirme que era la persona con más imaginación del mundo. 

El momento cumbre de una mariposa es cuando está emergiendo desde la oruga. Habrá quien se pregunte, ¿en ese instante es oruga o es mariposa? Poco importa, lo maravilloso del acto es que se está haciendo a la vez que se deshace, o viceversa, da igual el orden. Carrie Fisher crecía, hasta hacer gigante, en los monólogos donde se reía con sus adversidades. Isadora Duncan rompió los moldes de la danza de su tiempo y abrió la puerta a otros bailarines y otras formas de bailar. Virginia Woolf emergió, más de un vez, como un maravillosa flor entre una pila de escombros. Ellas brillaron, y aún brillan con fuerza, gracias al único brillo al que se puede aspirar, el propio.

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