SpotLight es un innovador juego que genera un pequeño Storytelling automáticamente. No es necesario escribir nada, ni tener una idea precisa de lo que se quiere contar. El juego, a través de 22 sencillas preguntas, se encarga de llevar a cada usuario hasta su destino.
Hace casi cuatro años que lo creé, desde entonces lo he usado con cientos de personas y organizaciones en experiencias creativas, estratégicas y didácticas. Una pregunta que se suele repetir al terminar es; ¿cuál es el secreto? ¿cómo logra revelar toda esa información?. Lo intentaré contar en este post.
Primero una obviedad, no hay secretos. Antes de lanzarlo tenía dudas, creía en la propuesta y en mi trabajo, pero quedaba el veredicto definitivo. El excelente diseño físico que hizo Mima Kahlo era lo único seguro. Lo demás lo pensé y trabajé a conciencia, pero me enfrentaba a un terreno desconocido, sin referencias. Debía combinar distintos elementos complejos ofreciendo al usuario un viaje sencillo y gratificante que finalizara con un prototipo operativo en texto. Hay metodologías intuitivas que generan prototipos con imágenes y objetos, con texto es menos común, más cuando el texto generado conforma un relato estructurado e incluso emocionante.
La trayecto y el relato
Basé la mecánica del juego en esas 22 preguntas, cada una debía tener un propósito muy claro. Igualmente importantes eran las opciones de respuesta, destinadas a inspirar universos complementarios de posibilidades. Las unas debían apoyarse e impulsarse en las otras, evitando a todo costa redundancias y pasos confusos que entorpecieran el proceso y el resultado.
Storytelling, guion cinematográfico, creatividad literaria, gamificación, customer Journey, sicología… todos estos conocimientos, y otros que probablemente se me olvidan, participan en la génesis de SpotLight.
El relato final se enfrentaba a otro importante reto, el lingüístico, las palabras independientes debían componer un texto lógico al juntarse, pero no solo eso, el resultado también debía ser estimulante, y sorprendente en alguna medida. Fue una labor de ajuste; probar concordancias gramaticales, ritmos y desarrollos. Siempre confié en una baza que a la postre demostró su valía, la gente elegiría siempre sus propias palabras, pero no unas palabras cualesquiera, sino aquellas capaces de establecer para ellos conexiones fértiles y evocadoras.
Sesión de SpotLight en el Colegio de sicólogos de Madrid
Hice varios prototipos, experimenté con distintas posibilidades, quería dejarlo todo bien atado. Pero mi circo tenía muchas pistas, todo podía quedarse al final en una “ida de olla”, el típico “es interesante”. Necesitaba que el juego fluyera hasta desembocar en un resultado sencillo y revelador que invitara a los usuarios a seguir profundizando, a seguir actuando.
Afortunadamente ¡funcionó!, al principio lo comprobé con alivio, ya después con alegría. La gente disfrutaba y se sorprendía. Pensaban en sus proyectos de un modo fresco y estimulante. Algunas personas incluso me han señalado nuevas posibilidades de uso, asociadas al coaching, a la enseñanza, al arte, al trabajo con niños, al diseño de más juegos, a la sicología conductual… El trabajo complejo que hay de fondo emerge a través de las miradas particulares.
¿Por qué hice SpotLight?
Los briefings con los que me encuentro en ocasiones son un catálogo de lugares comunes. Así no es fácil encontrar lo relevante y lo genuino, aquello que ayuda a generar una comunicación poderosa. Necesitaba un método sencillo y lúdico para estimular a mis clientes a definir sus necesidades de un modo más original y preciso.
También pretendía dar un paso adelante en los talleres y clases que imparto. Quiero hacer vivir las posibilidades de lo que enseño, no siempre es fácil, pero que menos que intentarlo. No quiero explicar Storytelling, quiero que la gente lo viva, se inspire, se llene de motivación, por el camino ya surgirán las preguntas y daremos entonces las respuestas oportunas.