A veces la comunicación toma una imagen y la sobreexplota hasta el extremo con detalles insignificantes y opiniones en bucle. Otras, amplia el marco con datos que enriquecen, sorprenden, y pueden variar la perspectiva de análisis. Sobreexplotar imágenes provoca un zoom exagerado, y la realidad muta a una especie de hiperrealismo. Perdemos visión angular y referencia para entender los hechos, lo que a veces lleva a actitudes pasivas o desconcertantes. En España, mucha gente cree que los niños están inseguros en la calle, pese a que los datos lo niegan. Pero la saturación de ciertas imágenes alimenta esa “posverdad”, puede que privando a algunos niños de oportunidades de ocio activas e inspiradoras. Saturar es cómodo y sencillo; revelar es poderoso, gratificante y necesario.