La comunicación, a veces, presenta bonitos envoltorios que elevan nuestra temperatura emocional, y logran encender una llama. Pero, si bajo ese imponente envoltorio no hay nada, o lo que hay es poca cosa, la llama solo provocará un resplandor fugaz, a continuación humo, en ocasiones demasiado mucho humo, y rápidamente cenizas. El envoltorio nos calienta, pero solo lo que hay dentro puede derretirnos.