Hay empresas e instituciones que anteponen la salvaguarda escrupulosa de su identidad sobre la flexibilidad y potencia comunicativa. Mientras, a los usuarios, cada vez nos gusta más que todo sea de plastilina, y tener margen para moldearlo a nuestros gustos y necesidades. Una canción es una obra única, personal y reconocible; y sin embargo, cada persona la entiende con matices diferentes. Y esa es precisamente su fuerza, la capacidad de atraer con una mirada subjetiva, la del artista, pero dando, e incluso espoleando, la libertad para que cada persona se la apropie. Una historia es más nuestra cuanto más gente está dispuesta a hacerla suya.