Imaginemos que vivimos encerrados entre cuatro paredes: el conocimiento, la experiencia, el juicio y los prejuicios. Para crear, innovar, o para entenderse con aquellos que parecía imposible, hay que trascender de algún modo estas paredes. Si derribamos los prejuicios, y apartamos, aunque sea temporalmente, los juicios, el conocimiento y la experiencia se transforman automáticamente en puentes hacia una realidad con nuevas perspectivas. Una vez ampliados los límites, debemos actuar sobre las mejores posibilidades que emergen; evitando el riesgo de terminar abrumados por todas las cosas sorprendentes que las paredes no nos dejaban ver.