Este post presenta filosofía creativa, una colección viva de apuntes sobre creatividad con la filosofía como contexto.

Me siento agradecido y halagado cada vez que alguien destaca la creatividad de mi trabajo, “creativo” es además una de las etiquetas que uso para posicionarme en el mercado. Aunque debo reconocer que me limito a hacer las cosas de acuerdo a mi bagaje y circunstancias, no persigo la creatividad, en todo caso aparece, por eso cuando la ensalzan interpreto que mi trabajo les resulta útil, bello o estimulante.

Vivir es estar rodeados de preguntas inciertas a las que damos respuestas creativas que dan un sentido a cuanto hacemos. Las vicisitudes propias son probablemente las que nos llevan a ejercitar más o menos el músculo creativo, como ocurre con las demás capacidades. Toda la gente que conozco comparte el propósito de ir creando un vida satisfactoria. De muy niño recuerdo los inventos que mi padre, y otros vecinos, para aprovechar cada gota de agua que caía en verano y así poder regar los tomates y pimientos de la huerta. Las ñapas ingeniosas para reparar los desperfectos domésticos o improvisar cacharros que la economía doméstica no permitía comprar. Muchos de nuestros juegos los inventábamos inspirados por la televisión o los tebeos y libros.

Uno crece y va reconociendo el poder creativo de la vida, como el rumbo de las cosas puede cambiar en un instante estimulado por padres, amigos, profesores… Cualquiera capaz de ver lo que aún no existe y hacérselo ver a los demás. Una tarde gris en mi pueblo, junto a amigos dándole vueltas de más a los problemas. De repente uno dice, ¿por qué no hacemos tal cosa?, algo loco, por supuesto. Esa chispa crecía a veces hasta provocar fuegos nutritivos, gloriosos y algunos de ellos perpetuos. La fuerza creativa de la vida abriéndose paso. Salimos un día cualquiera de casa y sin previo aviso aparece, instigada por algo o por alguien y después empujada por cuantos caen en su influjo. Así es como se terminan fraguando muchos de nuestros mejores recuerdos, recuerdas ese día que salimos de casa y acabamos…  Pocas cosas mejores se me ocurren que ser eterno militante de estos fuegos, aún a riesgo de quemarse de vez en cuando.

Mis circunstancias me han ido llevado a interesarme en la creatividad como disciplina, a conocer herramientas y postulados prácticos y teóricos. Los talleres que imparto la tienen en el centro o en un papel destacado. Muchas veces me preguntan, ¿cómo puedo formarme en creatividad?. La respuesta que considero óptima es tan sencilla como eterea, vive, cuanto más lo hagas más te la encontrarás. Las herramientas y postulados ayudan a poner contexto y tener recursos abundantes cuando uno se dedica profesionalmente a ello. Pero lo fundamental es la motivación, de poco valen las herramientas sin ella, si acaso para generar un resplandor momentáneo. En cambio, si ella está, siempre encuentra el modo de abrirse paso y es capaz de convertir un lapicero en una espada láser invencible.

La motivación, siempre la motivación, como si tocar esa tecla fuera fácil. Acaso existe alguien que no suspire por encontrar un modo de hacer la cotidiano más cálido y luminoso. No está entre mis capacidades resolver este dilema, lo más que puedo es compartir mis experiencias a través de la etiqueta Filosofía creativa. A veces las mejores respuestas no aparecen donde se supone que hay que buscar, en la filosofía he hallado las más estimulantes sobre el reto de la motivación creativa.

Me gusta la filosofía, pero solo soy un usuario. En creatividad soy un gimnasta aplicado, no un experto. Los post serán sencillos, la mezcla de dos o tres fluidos con el propósito de provocar en los demás alguna reacción tal como lo hacen en mí.

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